viernes 19 de abril de 2024
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SALUD

Salud pública, salud privada

Una mañana de interminables colas, Paula aguardaba que atendieran a su hija en el Hospital. Tras enterarse que su pequeña Rocío no sería atendida porque el doctor no tenía los materiales para hacerlo, salió con su bebé de solo un año en brazos y comenzó a caminar por la Avenida.

En el camino de vuelta a su casa, a 12 kilómetros de allí, tuvo tiempo para repasar las peripecias que vivió desde que se enteró que su hija tenía una rara enfermedad en la sangre y que le sería difícil encontrar un tratamiento gratuito, hasta el llamado de su cuñada que tan solo dos meses atrás le dijo: “Pauli, el Intendente abrió una nueva Clínica muy moderna, mucho mejor que la salita del pueblo”. Desde el momento en que llegó al Hospital, encontró largas filas, mucho mas largas que antes, a veces por falta de médicos; otras, por falta de medicamentos e insumos, que no llegan sencillamente por la enorme burocracia del sistema. Todo esto hizo que la salud de Rocío empeorara rápidamente, eso si, en la nueva clínica de la que habló el Intendente, no tenía colas y además contaba con el mejor equipamiento posible. Pero claro, solo es para quienes pueden pagar por la atención que allí se brinda.

Al día siguiente Paula caminó hasta el Ministerio de Salud, donde debía pedir nuevamente un subsidio para poder afrontar los costos de los remedios y  conseguir la atención que su pequeña necesitaba. Frente a la plaza, se quedó completamente inmóvil, como hipnotizada, mirando el cartel que colgaba de la puerta que decía: “Ministerio de Salud Publica de la Provincia”. En ese momento creyó entender que alguien estaba arrebatándole lo que le correspondía. Dice “Pública”, no “Privada”, pensó. “Como una plaza o como la calle”, razonó otra vez. “¿Porque no puede ser así?”, “¿Por qué solo puedo tener lo mejor para mi nena si tengo el dinero para pagarlo?”. La respuesta le pareció tan obvia como decepcionante: “Porque quienes hacen las leyes, pueden pagar por la salud de sus hijos”, se respondió. Entonces, con lágrimas en los ojos caminó hasta la esquina y se puso en la cola para entrar al Ministerio.

En torno a la salud pública gratuita existe un debate entre quienes la consideran un gasto y quienes consideran que es un derecho indispensable de los ciudadanos, que contribuye a la igualdad. ¿Cuál es el mejor sistema de salud?, depende de la clase social a la que se pertenezca: Si se pertenece a la clase más acomodada, seguramente podrá acceder a los mejores médicos, con el mejor equipamiento y aparatología y a la mejor calidad de atención de Clínicas que son verdaderos hoteles cinco estrellas. Si  se pertenece a la clase media, pagando rigurosamente y a duras penas una onerosa cuota, podrá accederse a la medicina prepaga, que le permitirá al paciente, al menos durante la convalecencia, sentirse en el primer mundo. Si no se posee prepaga, aun existe la obra social, que depende el caso puede ofrecer alguna cobertura en tratamientos no demasiado caros. Y si se pertenece al grupo más numeroso, es decir la clase trabajadora, difícilmente pueda cubrirse las necesidades mínimas indispensables por lo que el hospital público emerge como único lugar  para acceder a la atención médica.

Las políticas en materia de salud, resultan fundamentales para que los grupos mas numerosos de ciudadanos puedan recibir la atención que necesitan, lamentablemente, quienes conducen estas políticas, usualmente pertenecen a la clase alta, y demuestran poco interés en que el sistema funcione correctamente para la atención gratuita. Probablemente si debieran atenderse en los hospitales públicos, tratarían de tenerlos en mejores condiciones de infraestructura, equipamiento e insumos de la que se encuentran hoy en día. El deterioro de los nosocomios públicos es notorio y aquellos que conocieron las instituciones hace algunas décadas, dan fe de que esto es así. Resignados, los médicos atienden como pueden con lo que tienen y recurren a toda clase de irregularidades para brindar atención, incluso poniendo en riesgo su carrera y hasta su vida. Hace solo algunos días un juez procesó penalmente a un médico, su jefe inmediato y a los directivos de un hospital por la muerte de un bebe que no pudo ser debidamente atendido por falta de anestesista. Algo tan básico, no pudo ser cumplido por las demoras en nombramientos del recurso humano indispensable para atender casos de urgencia.

Existe un punto que debería ser analizado por quienes conducen las mas altas esferas de la política de salud, como en la película “El niño del pijama a rayas”, pueden entender aquello que sufren los otros, con la experiencia propia. Aquel comandante Nazi, pudo entender lo que estaba haciendo, recién cuando su hijo Bruno murió en la cámara de gas junto a Shmuel por acción de sus políticas de exterminio. De la misma forma, quienes conducen estas políticas en salud, pueden entender el día que les toque de cerca tener que concurrir a un hospital público, porque nadie esta exento de un accidente, y de sufrirlo, tal vez no se tenga la fortuna de estar consciente para pedir ser llevado a FLENI, o al IADT. Allí, cuando se requiera la pericia de los médicos de hospitales públicos para salvarse, o de un tomógrafo, o de insumos, o de una cama en terapia intensiva, o más básico aun de un anestesista, pueden llegar a entender que la salud no es un gasto sino una inversión que mejora directamente la calidad de vida de las personas.

Por ahora existen lugares de excelente nivel profesional donde ser atendido por accidentes o emergencias, pero como la lluvia acida que corroe la estructura metálica de los puentes, las políticas en salud vienen haciendo lo propio con los hospitales, hasta que un día, si nadie toma cartas en el asunto el puente hacia la salud se desplome y deje a miles de personas varadas del lado de la enfermedad y el dolor, sin distinción de clase social, religión o color de piel.  

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